Está claro que desde hace décadas el individualismo es un rodillo imparable en Occidente, no así en Oriente, África o los países árabes.

Podríamos dividir los modelos individualistas de diferentes maneras: en los países anglosajones tiene que ver con el buscase la vida sin ayuda, es decir, meter las narices donde sea para sacar dinero: en los negocios, en otros países. Para los anglos la solución está en el mercado, y eso es lo que hicieron durante siglos con las colonias, ir a otros lugares a extraer todo lo posible, -nada que ver con el modelo mestizo integrador español, muy superior moralmente-.

El ejemplo paradigmático es ir a trabajar a Londres de lo que sea, “obviamente a buscarse la vida”. La cosmovisión de lo importante en la vida no es el grupo, ni mucho menos la familia. Es el sujeto que debe triunfar por sí mismo, salvarse capturando para él todas las riquezas y formaciones posibles.

Otra corriente del individualismo se puede configurar en torno a los países socialdemócratas del norte de Europa tan “admirados pese a sus muy altos niveles de suicidios y consumo de psicofármacos”, en tales países sustituyen la “familia” por el Estado. El Estado es quien debe proveer de todo a ese sujeto “independiente pero dependiente del estado”. El documental “Teoría del amor sueca” lo explica muy bien, por ejemplo, la gente vive sola porque el estado elefantiasico que provee de todo al individuo, pero, al final, sabemos que uno de cada cuatro suecos muere en la más estricta soledad y nadie reclama su cuerpo -la soledad es palmaria- solo los vecinos, cuando huelen el cadáver llaman a los funcionarios de turno para recoger y enterrar el cuerpo en soledad.

Si nos centramos en Occidente, el modelo español, mediterráneo, está más basado en la familia (del tipo que sea).

Sin duda, aún a riesgo de simplificar, parte de la “felicidad” está en la relación y buena sintonía con los otros y, si hemos subsistido en la historia, es gracias al grupo y la familia. Hay que añadir que cada día nos parecemos más al modelo del norte de europa dónde la respuesta a todo, es el Estado