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Debate
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Vaya por delante que siempre he condenado la violencia en todas sus variantes, y por supuesto, la que sufren muchas mujeres por parte de varones que las consideran personas de segunda categoría, porque carecen de los mínimos derechos de respeto, libertad y capacidad de decisión. Siempre he sido contundente en la lucha contra esa violencia , física y psicológica, que siguen sufriendo esas mujeres que viven sumidas en el miedo, la angustia de una vida vacía y sometida, y que en ocasiones muy puntuales, que siguen manteniéndose en la misma proporción, son vilmente asesinadas. Nadie ha dejado de reprochar y solidarizarse con esos dramas que merecen una amplísimo eco mediático.Ahora bien, en consecuencia, también siempre he condenado esa otra violencia, que ciertamente en menor medida, sufren otras personas en el ámbito familiar. Hombres y mujeres heterosexuales y homosexuales, niños, especialmente cuando quien agrede es la madre o su nueva pareja, ancianos, suicidios…en fin, un extenso panorama desolador que esconde el programa Matrix de la dictadura de género. Ocultismo, negación, minimización de ese otro dolor, y en último extremo, justificación de esas vidas perdidas que no merecen un minuto de silencio, pues así lo predetermina una imposición fanática que no admite debate ni discusión al respecto, y que sencillamente califica como fascista y neomachista a quien ” se atreve”a llamar la atención sobre esa otra realidad censurada.Porque estamos haciendo las cosas mal, muy mal, salvo para quienes no luchan sino que viven de la violencia de género, y no quieren ni oír hablar de buscar las raíces del problema para combatirlo: la búsqueda de la auténtica igualdad que termine con las situaciones de discriminación, una búsqueda del equilibrio en las relaciones de fuerza en el ámbito familiar, conciliando vida laboral y obligaciones domésticas, acabando con el techo de cristal que para la mujer supone la maternidad, sin acabar, claro está, con la maternidad misma, lo que entraña acabar con viejas concepciones machistas que suponían empoderamiento de la mujer en la crianza y cuidado de los hijos. Por eso, la rotunda e irracional oposición, todo menos aportar argumentos lógicos, científicos y racionales, al modelo de custodia compartida. Porque en el fondo, no interesa reducir esa violencia sobre la mujer, sino mantenerla en el tono que interesa para justificar el fin auténtico, pero indescifrado por una sociedad adocenada, que no es otro que acabar con la familia y la figura de autoridad paterna. Lo que subyace es una búsqueda del control social, a través del adoctrinamiento en escuelas, institutos y universidades, socavando los cimientos de la célula que estructura el tejido de una civilización que no se pretende reformar o mejorar, sino destruir desde una planificada estrategia de ingeniería de extrema izquierda radical e intolerante.Porque no olvidemos que,salvo que prohibiéramos la convivencia entre hombres y mujeres, lo que les encantaría a muchas lesbianas que se erigen en representación de un género femenino al que detestan, y a algunas fanáticas resentidas que viven de su paguita de Estado, pues bien, salvo que se impusiera esa prohibición, lo que no descarto de seguir esta deriva de futuro, seguirán existiendo mujeres asesinadas, y sin perjuicio de que hay que desmentir categóricamente el mito de que España sea un país que encabece esa macabra relación de uxoricidios. La verdad, también manipulada, es que somos de los países europeos que tiene menos casos de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas varones, muchos extranjeros. Si la comparación se hace con otros países del resto del mundo, el resultado que se oculta, es que somos de los últimos, afortunadamente, de esa lista. Lo que no significa, salvo para alguna mente pervertida, que ese reconocimiento implique dejar de condenar y lamentar cada una de esas muertes.Estamos haciendo las cosas mal, muy mal, pues no damos la debida adecuada protección a las mujeres que la requieren por ser víctimas y que viven con ese miedo, sin atreverse a dar el paso de denunciar por falta de confianza en un sistema diseñado para amparar a muchas mentirosas y a las que se anima al abuso y oportunismo que se les brinda institucionalmente, por parte de instigadores que se aprovechan, incluso en mayor medida, a través de ayudas y subvenciones.Porque ,estamos haciendo las cosas mal, muy mal, pues esa dictadura, está provocando injusticias manifiestas. La Justicia ha sido contaminada por esa ideología, y muchos jueces y fiscales se han hecho cómplices de la hoja de ruta marcada. No se trata ya de no perseguir denuncias manifiestamente falsas o abusivas, sino de condenar a muchos inocentes prescindiendo de las garantías del proceso penal. Tampoco cabe interpretar ello, como que no haya en prisión mucho mal nacido maltratador que esté cumpliendo un merecido castigo, sino destacar que con ellos y otros presos comunes,comparten celda muchos padres inocentes,muchos de ellos cuyo principal error ha sido el de ser reivindicativos en sus derechos y obligaciones como padres. Algunos, se libran, pues acaban con esa indigna e injusta situación, reservándose plaza en una urna cineraria o en un nicho en el cementerio. Los padres que pasan de sus hijos y se limitan a cumplir con su papel de ser personajes periféricos y pagadores de pensiones, suelen quedar ajenos a denuncias por maltrato psicológico. A fin de cuentas, se limitan aL papel propio de su sexo y de sumisión que de ellos se espera.Estamos haciendo las cosas mal, muy mal, y por ello me avergüenzo como servidor de esa Justicia envilecida, y sufro cuando tengo, desde mi plena convicción, que comprobar cómo se sentencia y condena a muchos padres de familia sin pruebas y sin garantías de defensa. Presuntos culpables por el hecho de ser varones heterosexuales que han luchado por sus hijos. Son ellos los nuevos presos políticos de la dictadura de género, siendo conscientes del atropello no sólo sus madres, nuevas compañeras y resto de familia, sino también muchos abogados, jueces, fiscales, miembros de las fuerzas de seguridad del Estado , psicólogos y funcionarios de instituciones penitenciarias, que callan por miedo a represalias . Me equivoqué, por tanto, cuando en 2009 vaticiné que en las cárceles se iba a representar un Guantánamo por razones ideológicas; me equivoqué porque hoy en día estamos más próximos ( con casi un tercio de población reclusa por violencia de género, un poco más de los que hay por corrupción política) a los fines de Los Gullags de la era de Stalin.
FRANCISCO SERRANO CASTRO
Magistrado | Abogado | locutor y director de 'Justicia Social' en RSXXI
Redactor y director del periódico digital 'XYZ'@despachoserranoabogados.com
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