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    Francisco Serrano Castro
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    Una de las grandes mentiras que nos tragamos en este país , que se ha convertido en el mayor consumidor de bulos y falsedades oficiales, es aquella que clasifica a sus súbditos, que no ciudadanos libres, entre los que son de izquierda y de derecha. De esa manera según uno piense de una forma o de otra, conforme a los dogmas preestablecidos para hacer esa clasificación etiquetada, se considerará un progresista de izquierda o un facha reaccionario partidario del heteropatriarcado..
     
     Sin embargo la realidad es que ya no existe una España de izquierdas o derechas sino una España de la decencia o indecencia , de las libertades o de los recortes de derechos, de una España de arriba o abajo, una España  en la que la mugrienta inmoralidad y mediocridad  se ha impuesto y sobrepuesto al talento, los valores y la honradez, que tanto se pueden encontrar en la izquierda como en la derecha, aunque en ambas haya  que buscarlas con una lupa de muchos aumentos. El equilibrio del centro ha desaparecidoy prevalece un descentrado planteamiento ideológico que ha invadido todo el escenario político, que, ya no es horizontal sino vertical y en el que encima están los que dominan los medios y cuentan con recursos para exhibirse ante una masa social amorfa, y no los que atesoran y se aferran a una dignidad, que ha sido secuestrada y subastada al mejor postor. Esos segundos  no levantan cabeza en esa concepción darwiniana de evolución invertida, según la cual aquí prosperan los más ineptos y sucumben los más capacitados.
     
     En una reciente  conferencia que recientemente  impartí en San Fernando acompañado de mi admirado amigo, compañero de Facultad y catedrático, Curro Contreras,  al término de las exposiciones, hubo una persona que me dijo que era atea y de izquierdas pero que estaba en contra del aborto libre y gratuito. A continuación me dijo, que si yo lo consideraba de izquierdas o  de derechas. En ese momento acordándome de la película que hace poco había visto con mis hijas , le respondí que lo suyo era grave pues su reconocimiento denotaba  que era un DIVERGENTE, es decir una persona que tiende a no coincidir con las ideas sociales, culturales o económicas de unos o de otros . Ahora bien , también  le dije que lo entendía , porque una persona con capacidad de criterio no tiene porqué converger en los mantras y programas ideológicos de lo que aún se quiere vender como izquierda y derecha. No tiene porqué converger con  planteamientos intransigentes que, desde la más absoluta incoherencia, presumen de defender la igualdad y la vida y sin embargo, discriminan entre los derechos de un nasciturus momentos antes de ser alumbrado por su madre y los de bebé que ya ha nacido.
     
     En el fondo, entendí al instante el dilema moral de esa persona, porque, como ya le dije a mis hijas al ver la película, aunque ellas no me captaron el mensaje, realmente mis problemas con el sistema  se iniciaron cuando, también  yo,  me convertí en un juez divergente, convencido de  que la Justicia era otra noble causa a la que servir, distinta al innoble papel al  que ese sistema le tenía y sigue teniendo reservado, y al que han de converger todos sus supuestos servidores.

    FRANCISCO SERRANO CASTRO
    Magistrado | Abogado | locutor y director de 'Justicia Social' en RSXXI
    Redactor y director del periódico digital 'XYZ'

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