Cuando la noticia es la propia noticia

Resulta lamentable que en este país, donde muchos se jactan y presumen de ser progresistas y demócratas, al final sean esos mismos aprendices de brujo, lobos disfrazados con piel de cordero, quienes traicionan los más elementales principios y derechos que sostienen la Democracia. Entre ellos y ellas, (perdón por la estupidez, es por sarcasmo), se han encargado de subvertir la propia realidad, pervirtiendo la libertad de poder contar las cosas con objetIvidad y sin sectarismo de corte totalitario.

 

 

La  noticia se somete a lo que predetermina la corriente ideológica de turno, o bien se sojuzga a criterios oportunistas siempre con una intención soterrada, que en la mayoría de las ocasiones no es capaz de percibir un lector, oyente o telespectador cada día más ingenuo y crédulo, entre otras  cosas porque esos dictadores, neofascistas disfrazados,  se han preocupado de que la población sea menos culta y esté menos preparada para poder hacer crítica y saber interpretar adecuadamente la información recibida. Lo malo es que, a veces, hasta los periodistas se contagian de ese clima de ignorancia generalizada y se convierten , incluso sin saberlo, en cómplices y correa de transmisión de esos mensajes subliminales que han ido calando en la sociedad, como en el caso de la conciencia anti española en Cataluña y País Vasco.

 

Ahora bien, si ha prosperado esa nueva casta neofascista, por muy de izquierdas que se autoetiqueten, de piojos resucitados, niñatos revolucionarios, universitarios de pacotilla, de  esos que no quieren dar palo al agua,  antipatriotas, inmorales, hipócritas y embusteros, es porque, por desgracia, hay otra casta de cobardes que les dejan actuar a sus anchas, y que  no solo les toleran, poniendo incluso en riesgo la propia unidad de España,  sino que encima hasta acogen sus mismos planteamientos ideológicos.

 

Y claro antes esa situación a nadie le extraña que se publique y difunda tan sólo, y limitado a la prensa local, que el día 5 de Enero un joven se tire de un balcón en Mallorca, y que  nadie  se pregunte el porqué no se informa que se trataba de un menor de 15 años que no soportaba vivir con su madre y al que un juez le impedía irse con su padre. No hubo minuto de silencio y sí se hizo el silencio sobre su muerte que aún llora su padre. Nadie se pregunta porqué en la noticia de una mujer que asesina a su pareja en Córdoba, un varón, sólo se diga que una mujer mata a otra persona, y que, eso sí, el muerto, escondido por la asesina y en estado ya de avanzada descomposición, había sido denunciado hace años por esa mujer, siendo archivada la denuncia.

 

Un crimen que, por supuesto, no es violencia de género y que tampoco merece minuto de silencio.

 

Ese ocultismo informativo, ese relativismo , esa desigualdad de trato y manipulación a la hora de  comunicar,  de por sí ya debe ser noticia, una triste noticia que evidencia el grado de enfermedad, la crisis de valores que sufre también el cuarto poder de la prensa. La cuestión es  confundir, sembrar la duda, justificar la mentira cuando la estrategia de la negación o minimización de esa otra  realidad, que no conviene airear, ha fracaso porque la verdad tímidamente ha rebasado las murallas del silencio y la censura.