El GRAN CONTRATIEMPO: Calendario, HORÓSCOPOS y la Pérdida del RITMO NATURAL

Hoy por hoy, medimos la vida con relojes y calendarios que no son naturales. Lo que hoy llamamos “tiempo” no refleja los ciclos de la Tierra ni del cosmos, sino que es un instrumento político y social, creado para organizar sociedades, controlar recursos y estandarizar la productividad. ¿No es algo incoherente?

El calendario gregoriano, impuesto en 1582 por el papa Gregorio XIII, fue una reforma del antiguo calendario juliano diseñada no para armonizar nuestra vida con la naturaleza, sino para ajustar las fechas religiosas, consolidar el poder y asegurar el control sobre la vida cotidiana. Los meses quedaron desiguales: unos de 30 días, otros de 31, y febrero mutilado con 28 o 29. Esta desigualdad afecta directamente nuestra vida moderna: las facturas de luz, agua, telefonía, internet o cualquier servicio digital dependen de esos meses desiguales. Un mismo servicio se cobra más en un mes largo y menos en uno corto, aunque el consumo sea el mismo.

¿Por qué aceptamos que nuestra energía, nuestro dinero y nuestro tiempo dependan de un calendario arbitrario?  –  ¿Por qué seguimos viviendo desconectados de los ciclos naturales que regulan nuestro cuerpo y nuestra mente?

Antes de esta imposición, muchas culturas seguían un modelo más coherente con los ciclos naturales: 13 lunas completas de 28 días cada una, sumando 364 días, más un día adicional fuera del tiempo para equilibrar el año. Los mayas, celtas, egipcios y pueblos andinos comprendían el tiempo como un flujo cíclico, donde cada luna representaba una etapa de la vida y de la naturaleza. En este modelo, cada ciclo tenía sentido, y el ser humano estaba sincronizado con la Tierra, el sol y la luna.

Los horóscopos modernos heredaron la misma incoherencia. Se asignan fechas fijas —generalmente cambiando el signo el día 21 de cada mes— sin considerar la duración real de los meses ni la posición exacta de las constelaciones. Peor aún: un Acuario nacido en Argentina lo hace en pleno verano, mientras que en España nace en pleno invierno. ¿Cómo puede ser que ambos compartan la misma “personalidad” si su entorno solar, climático y ambiental es completamente opuesto?

¿Qué sentido tiene entonces un signo zodiacal uniforme en hemisferios opuestos?
¿Es nuestra identidad un reflejo de los astros o solo una construcción cultural arbitraria?

Recuperar un modelo basado en 13 lunas de 28 días no es un capricho poético, sino un acto de coherencia biológica, social y mental. Un calendario lunar permitiría una vida más equilibrada, con pagos y obligaciones ajustados a un ritmo estable, y nos reconectaría con los ciclos naturales que realmente condicionan nuestra energía y nuestras decisiones. Cada luna, cada estación, cada día tendría un sentido tangible y real.

¿Qué cambiaría en nuestra vida si viviéramos según los ciclos reales de la luna y la Tierra?
¿Qué oportunidades perderíamos si seguimos subordinados a un calendario impuesto?

Vivimos fuera de tiempo, atrapados en un sistema artificial que regula la vida cotidiana, nuestros gastos y nuestra percepción de identidad. Recuperar la conciencia del tiempo no significa solo cambiar calendarios o signos; significa reconectar con los ritmos naturales de la Tierra y del cuerpo, reconocer que el tiempo no es lineal ni uniforme, sino un flujo que se siente, se vive e influye.