DISCUSIÓN ABIERTA [Foro] Foros NOTAS DE PRENSA El duelo de Victoria

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    Julio Cavalli
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    Silencio. Tristeza. Angustia. Qué decir en este instante? Nada. No hay palabras que sirvan para aliviar ese hecho. Sólo silencio.   
     
    Pero mañana, ¿Cómo recibiremos a Victoria? ¿Qué mecanismos subyacerán en ella? 
     
    ¿Cómo acompañaremos en el duelo a esta nena de apenas 5 añitos? El problema ya no se centra en el suceso sino en la respuesta que todos y cada uno desde nuestro lugar, daremos ante el suceso  
     
    ¿Cómo ayudar desde nuestro marco referencial docente y profesional?   
     
    Su tía nos decía que no ha llorado mucho. Es lógico, la contuvimos, esta capacidad de expresión emotiva no está muy arraigada en los nenes. Se acentúa cuando están finalizando la etapa primaria. 
     
    El duelo, sabemos, siempre surge como consecuencia de la pérdida de algún objeto muy querido.
     
    En el caso de Victoria, su mamá. La obra de Winnicott (1966) y el ya clásico artículo de Freud, “Duelo y Melancolía” hablan extensamente de este tema.  
     
    En un sujeto adulto las manifestaciones visibles de este duelo son fáciles de captar: amargura, aflicción, potencial inhibiciones, pérdida de interés en determinados ámbitos, empobrecimiento de la percepción y un sentimiento ambivalente en la capacidad de dar y recibir amor.  
     
    En la infancia estas expresiones varían, ya que frente al dolor de la pérdida, el niño buscará respuestas más concretas: su mente estará más persuadida que nunca en referencia a la muerte.
     
    Victoria, por primera vez, deberá enfrentarse a ella. Y necesitará que le expliquen qué es. Su mente no está preparada para el estoicismo, el conformismo, la resignación.  
     
    Será necesario y fundamental que la familia y “la Seño” tengan un encuentro para aunar criterios: qué le vamos a decir a Victoria. Si la familia y la escuela no le dan respuestas válidas y saludables para su estructura psíquica, la niña las buscará en otros espaciosdice AMAD (Asociación de ayuda mutua ante el duelo). Y con otras personas. Máxime en este momento que necesita canalizar su idealización en otro individuo.
     
    Generalmente, se le informa al niño que el progenitor muerto se fue de viaje o que está en el hospital. Muchos lo explican expresando que el otro se fue al cielo. Esto en una familia devota no presenta mayores dificultades, pero cuando la familia no lo es se crean graves dificultades pues emerge una discrepancia entre lo que la familia vive y lo que se le dice al niño. Además, el cielo, para el niño, no pasa a ser diferente de cualquier otro lugar físico por lo que suele creer entonces que el la mamá o el papá muertos regresarán pronto. Otra explicación que se les da a los niños cuando muere alguien es que esta persona se ha ido a dormir. El niño no entiende que se trata sólo de una metáfora y para él, el irse a dormir, pasa a convertirse en un hecho peligroso, esperando ansiosamente que se despierte.
     
     
    Desde una perspectiva psicoanalítica el proceso de duelo se lleva a cabo durante cierto periodo de tiempo, mientras la persona va aceptando que su objeto de deseo (en este caso la mamá de Victoria) murió y  por ende ya no existe. 
     
    El día que la persona (Victoria) pueda depositar la libido en otro objeto (y no sobre el que ya no existe) el duelo concluirá. Claro que esto no es medible en el tiempo.  
     
    Mientras tanto y mientras Victoria supere el duelo seguirá viviendo en una ambivalencia muy fuerte pasando de la percepción de la madre viva al desasosiego de la madre muerta. Es absolutamente normal esta conducta, ya que le permite resistir a una situación por demás traumática.  
     
    Este proceso de duelo conlleva 4 estadios (muy difundidos  en internet) en un adulto pero no así en los niños. No fue comprobado que se cumplan en un nene. Estos son:
     
    a) negación y desmentida;  
    b) protesta y retraimiento;  
    c) desinvestidura del objeto perdido;  
    d) investidura de nuevos objetos.   
     
    En un sujeto adulto estos 4 pasos coexisten. No está estadísticamente comprobado que se dé de igual forma en los nenes. Pero, es tema de otra tópica.  
     
    ¿Qué podemos sugerir – como docentes, como grafólogos, como psicólogos educacionales, como psicopedagogos –  desde nuestra función preventiva? 
     
    Es fundamental que Victoria, si es posible, visite el lugar donde está enterrada su mamá sugiere AMAD. Que día a día vaya tomando conciencia de que ella ya no está y que toda su energía psíquica deberá depositarla en su papá o quien quede a su cuidado.
     
    La escuela deberá ayudar a Victoria y a su familia en este proceso. Y ayudar a reforzar la idea de que la mamá murió a fin de evitar que el mecanismo de negación (no creo lo que percibo) pueda ser menor.  
     
    Asimismo, surgirá – tal vez – en Victoria los reproches a la madre por haberla abandonado. Nacerá, posiblemente, la frustración, ya que se vive una quebradura de la idealización del objeto perdido.  
     
    Cada uno empelará la forma y las palabras que desee utilizar. Pero el contenido debe ser el mismo en todos los mensajes: Que la mamá ha muerto y no regresará y que el cuerpo se encuentra inhumado bajo tierra.   
      
    Esta información es difícil de entregar porqué el padre sobreviviente busca proteger al hijo de la impresión de muerte y de la situación de duelo, dice AMAD. Cuando un padre teme expresar sus sentimientos los hijos también reprimen los suyos y dejan de hacer preguntas al respecto, por este motivo algunos niños suelen negar la muerte de un padre. Si se les da información verdadera y el apoyo necesario, los niños son capaces de asumir y responder al duelo en forma realista y sana. Las ideas de muerte de un niño derivan de sus tradiciones familiares y de la relación con su grupo de pares. Los niños comienzan a preguntar sobre la muerte muy tempranamente al ver algún animalito muerto o ante la muerte de su mascota. Es fundamental, en ese momento, responder con la verdad todas sus dudas para que se forme en él una idea realista de la muerte.
     
    Lo más importante es decir al niño desde pequeño que todos vamos a morir algún día, que esta es una ley de la naturaleza y que en ese momento es natural sentir pena y deseos de que esa persona regrese con nosotros. 
     
    Desde una perspectiva grafológica, es importante tener en cuenta algunos indicadores potenciales o emergentes de estas situaciones de duelo a fin de no rotular deliberadamente “patologías” o diagnosticar “payasadas”, entendiendo que el grafismo – al ser el aquí y ahora de un sujeto – deja transparentar siempre los estados emotivos de un sujeto; estados que en Victoria serán posible y lógicamente  “perturbadores” a causa de la situación traumática vivida, pero nunca “patológicos” en su primera instancia. Una patología podrá emerger mucho más tarde como consecuencia de una mala integración de la muerte en el espacio vital de la nena.
     
    Esto se llama moralidad, ética, deontología profesional. No analizar jamás un escrito sin la historia clínica (y metaclínica) de un sujeto. El principio de la prevención lo indica: el mago con la lechuza, el grafólogo con los antecedentes de un sujeto.
     
    ¿Qué emergentes perturbadores pueden surgir en el grafismo de un niño que ha atravesado una situación fuerte de duelo?  
     
    Seguramente se instale la ansiedad y algunas conductas difíciles de comprender. Quizás se presenten explosiones de cólera por la pérdida sufrida y sentimientos de culpa, o, tal vez, miedos por el temor – lógico – que el progenitor sobreviviente muera.  
     
    Es muy seguro que  Victoria utilice más sombreados, mas pastosidad, mayor uso del negro como envoltorio de piel, énfasis en una sola zona desequilibrando la homeostasis trizonal, predominio del arco y del ángulo, cambio en la dirección de los dibujos y de su incipiente grafismo, alteraciones en las conectividades gráficas, fluctuaciones de tamaño, rigidez del trazo y desorganización de la forma.
     
    Sin querer mi mente vuela hacia la película francesa "Ponette" (1996 | Jacques
    Doillon) . Y el sufrimiento de Victoria se hace analogía con el sufrimiento de Ponette donde se muestra a un padre devastado por el dolor ante la pérdida de su esposa, dubitativo de poder ofrecer un marco propicio de contención y cuidado para Ponette e imposibilitado de elaborar el duelo con su pequeña.
     
    En nuestro caso, Victoria deberá asumir con la apoyo de toda su familia, del servicio psicopedagógico de la escuela y de un profesional de la salud, si fuese necesario, la realidad del fallecimiento de su madre pero protegiendo, simultáneamente, el vivo y feliz recuerdo – no iatrogénico – de ella. 
     

    JULIO CAVALLI
    Psicólogo | Pedagogo | Profesor | Director SP
    Buenos Aires | Argentina
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      Pocas personas llegan a aceptar la muerte como un proceso natural y normal en la vida y aquellas que lo consiguen, probablemente tengan una vida más feliz.
       
      La muerte es un escalón desconocido en nuestra existencia y sólo aquellos que hayan pasado por una experiencia al borde de la muerte poseen conocimiento para saber que el sentimiento que acompaña a la muerte es confortable. Las experiencias vividas por estas personas que, en algún momento, estuvieron cerca de perecer coinciden en una sensación agradable.
       
      Miedo a la Muerte
       
      El miedo a la muerte inhibe nuestra vida porque muchos actos no los realizamos pensando en el peligro que comportan. Nos volvemos débiles, catastróficos porque no entendemos con qué medida se toma la gran decisión de despojarnos de nuestra vida, creyendo a menudo que no es justo. Nos pasamos media vida invocando el perdón de un Dios o resolviendo antiguas culpas para así disponer de la concesión de más tiempo.
       
      Pero, ¿tiempo para qué? Para que nuestro cuerpo agotado siga viviendo esta realidad.
       
      Cada humano tendrá una filosofía de la vida distinta, con sus creencias y sus religiones y con ello no pienso mostrarme sabedora de la verdad porque, entre otras cosas, no lo soy, pero sí quiero apuntar a vuestro interior porque su fomento crea seguridad y confianza y consecuentemente, una vida más indolora.
       
      El Duelo
       
      El duelo es un proceso necesario y natural para sanar nuestra mente y se utiliza siempre que perdemos algo o alguien querido. Es necesario que comprendamos y aceptemos nuestros sentimientos con respecto a la muerte, que incorporemos la creencia de que es un proceso natural en una vida y que su significado tiene que ver más con renovación e inicio que con final o castigo.
       
      Es un proceso natural que nos conduce a un nuevo despertar, porque hay algo en tu interior que así te lo dice y que llamamos alma, aquella que alberga tu cuerpo físico y que es invisible y adimensional. Este pensamiento proporcionará seguridad y mantendrá alejado el miedo a esa misteriosa experiencia.
       
      La actitud que tengamos hacia la muerte depende mucho de nuestro entorno tanto cultural como familiar. Nuestras convicciones las hemos heredado o aprendido de aquello que oímos y es, al madurar y hacernos adultos, cuando a menudo cuestionamos esas creencias tan instaladas en nuestro ser.
       
       
      Frente a cualquier situación lo peor que puede pasar es la propia muerte y ello es un hecho totalmente natural, con lo cual son innecesarias emociones tales como ansiedad o depresión.
      Se ha estudiado mucho el tema de la muerte en las diferentes civilizaciones que forman parte de nuestro Universo porque el tema supone una incógnita para el ser humano.
       
      Muchas han coincidido en hablar de la muerte súbita a causa de la indefensión o desesperanza del ser humano. Martin Seligman fue la persona que más datos escribió sobre el tema, observándolo tanto en humanos como en animales.
       
       
       
      Parece ser que cuando los humanos o los animales se dan cuenta de que sus acciones pierden eficacia, de que ya no existe esperanza, se vuelven más susceptibles al proceso denominado Muerte. Perdemos el control sobre los acontecimientos y ello nos conduce a perecer.
       
      Algunas situaciones que han generado lo que denominamos indefensión son: reacción depresiva por una pérdida muy cercana como la muerte de una madre, situaciones incontrolables como campos de concentración después de una guerra, la aflicción, etc.
       
      Los pasos que se repiten en la indefensión son: pérdida del control, depresión, desesperanza y muerte inesperada. Es algo así como un suicidio pero sin apretar el gatillo o llevar a cabo cualquier acción para lograrlo. Es como un abandonarse a la espera de la muerte.
       
      Interculturalidad
       
       
      Para la cultura occidental, es más complicado el tema de la muerte, porque fomenta el concepto de aferrarse, de crecer con la idea de “para siempre”, de no hablar de la muerte, lo que dificulta “llevar” de manera sana los duelos.
       
      En otras culturas, ya desde niños, el tema de la muerte está tan presente en los ritos, en la vida misma, que se entiende que forma parte de ella y está perfectamente integrada. 
       
      Nacemos, crecemos y morimos. Se normaliza y acepta.
       
      En México:
       
      La sociedad mexicana entró en contacto violento con el cristianismo del siglo XVI, y el catolicismo se impuso sustituyendo a lo que antes de la llegada de los conquistadores eran sus deidades. En el México del siglo XVI, los símbolos nativos se combinaban sin remedio con los católicos.
       
      Un buen ejemplo de ello es el Día de los Muertos mexicano. La arqueología ha ayudado a saber que la práctica de ofrendar y que el muerto no se fuera solo (sino con alimentos, armas y riquezas), era algo común desde hace miles de años en diferentes sociedades prehispánicas.
       
      Las ofrendas y los altares (llamado Altar de Muertos) son muy frecuentes, y ese día (conocido en España como Día de los Difuntos, el uno de noviembre y en el calendario azteca celebrado en julio-agosto), en México se celebra de una forma muy diferente. La jornada es toda una fiesta en el país y se realizan.
       
      Altares de Muertos increíblemente artísticos por todas las zonas de México.
       
      En África:
       
      El Lumbalú hacía tanto referencia a los cánticos al muerto, como al rito de paso. En el Lumbalú se canta, se llora, se baila frenéticamente y se alaba al muerto, que está presente. La vela dura 9 días, y el más importante es el último. En el Lumbalú todo irradia africanidad. Si al muerto se le honra bien con este rito, consigue traspasar esa frontera al mundo de los muertos y no se queda en la casa familiar.
       
      El Lumbalú  mantiene como idea principal la solidaridad e identidad comunitaria. Este tipo de ritos de paso o de transición varían de una cultura a otra, pero sirven para lo mismo: para reforzar los vínculos de grupo.
       
      Y es que las sociedades también se refuerzan en vida gracias a la muerte, una experiencia vital que, aunque a muchos les cueste aceptar, es inevitable y necesaria.
       
      En general, y sobre todo en nuestra cultura, la occidental, no nos han preparado desde niños para la muerte, para las pérdidas, se nos educa en la cultura del apego, y se considera la muerte como algo tabú, se habla poco, se evita, siempre está rodeada de miedo.
       
      El Budismo:
       
      En las culturas orientales que practican el budismo, la vida no acaba con la muerte. La persona se reencarna en otra vida y debe aprender en cada vida, lecciones para ir mejorando hasta llegar a ser un ser puro espiritual, que se ha ido perfeccionando a través de esas diferentes vidas.
       
      Según la visión budista, la vida es eterna. Ya que atraviesa sucesivas encarnaciones, la muerte no se considera tanto el cese de una existencia como el principio de una nueva. Para los budistas el fenómeno de la trasmigración es obvio, así que la muerte es necesaria.
       
      Como morimos, podemos apreciar la maravilla de la vida. Para hablar del modo ideal de morir hay que hablar del modo ideal de vivir. Atravesar de un modo satisfactorio el proceso de la muerte, depende de los constantes esfuerzos que se hacen durante la vida para acumular buenas causas, para contribuir a la felicidad de los demás y para fortalecer la base de la bondad y la humanidad en lo más profundo de nuestras vidas. 
       
      El budismo garantiza que quienes practiquen con sinceridad, se acercarán a la muerte en un estado de plena satisfacción.
       
      Hinduismo:
       
      La preocupación del hindú no es la muerte. Para él, ésta no es el enemigo. Desde su nacimiento, la muerte para él no es un término. Él va a renacer en otro lugar y lo importante es interrumpir la cadena de los renacimientos. Desde siempre, él pertenece a la eternidad. Él es una manifestación de lo divino. Desde el momento en que nació, es un ser extraño al mundo. 
       
      Tiene ya una preexistencia, ya ha existido de alguna manera, y cuando él desaparece, no hay paso del ser a la nada.
       
      Si el occidental va tras la inmortalidad y desea eludir la muerte que le angustia, el hindú en cambio busca liberarse de la vida, escapar a la existencia terrestre.
       
      Él considera su existencia social, histórica, como negación del ser, y su objetivo consiste en renunciar a ella. La existencia es para él ausencia de realidad y no-afirmación de lo que es y deviene.
       
      En el pensamiento religioso del hinduismo, la muerte consiste en la unión del alma individual con el alma Universal, por lo que se cree que al morir se pasa no a otra vida como la que conocemos en la Tierra, sino a otra forma de existencia, que es esencialmente espiritual.
       
      Según el hinduismo, cada persona vive muchas vidas a lo largo de su existencia. Este ciclo eterno de reencarnaciones se llama “samsara”. Cuando uno muere, su alma vuelve a nacer, reencarnarse, en otro cuerpo. Lo que le sucede en cada vida es el resultado de vidas anteriores.
       
      Es decir, uno se reencarnará en un cuerpo bueno si en su vida anterior se ha comportado según su deber en la vida o “dharma”.
       
      Si son buenas, se reencarnará en una forma de vida superior. Lo que uno hace bien, le hace bueno y lo que hace mal, le hace malo.
       
      En el Tibet:
       
      Entre los tibetanos sus actitudes hacia la muerte y la agonía están desprovistas del tabú general que encontramos en Occidente. Allí se encuentran con la muerte con respeto y veneración. Y la existencia de la muerte llega a ser un estimulante para el desarrollo del hombre. Este crecimiento es subrayado durante toda la vida, y especialmente cuando la persona está moribunda.
       
      Un principio de base del sistema budista – que impregna la vida de los tibetanos – es el carácter transitorio y el cambio constante del universo entero. Allí la existencia de la muerte es utilizada como un elemento psicológico indispensable para la consciencia del carácter transitorio de la vida, del cambio de todas las cosas y del valor precioso de este momento mismo, del aquí y el ahora
       
       
       
      Para cerrar esta reflexión vamos a citar un caso de indefensión en animales, concretamente en un cachorro de macaco, estudiado por el Dr. I. Charles Kaufman que puede encontrarse literalmente en el libro de Martin E. P. Seligman “Indefensión” Ed. Debate (pág.243-244):
       
      “La primera muerte se produjo en uno de los cachorros que antes había nacido, con una edad de cinco meses y siete días. Murió al noveno día de ser separado de su madre. La autopsia no reveló ninguna patología que pudiera explicar su muerte. El cachorro manifestó un cuadro de agitación primero y depresión después, una brusca disminución en su juego y un aislamiento de los demás animales, acabando por morir repentinamente.”

      PsicoActiva | Mujer Hoy
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