Cohousing: comunidad sin perder intimidad con sostenibilidad integrada y viviendas regenerativas

El cohousing puede ser especialmente interesante para todos los ciudadanos, de todas las edades: estudiantes universitarios que buscan reducir costes y romper la soledad, personas mayores que desean compañía sin perder autonomía, familias jóvenes que quieren criar hijos en un entorno más seguro y participativo. La propuesta no es solo práctica, sino profundamente humana: reconecta a las personas con la idea de comunidad, colaboración y cuidado mutuo.

En este modelo, la intimidad familiar se respeta y protege. Cada familia o residente tiene su propia vivienda independiente, con dormitorios, baños, cocina y sala de estar. Los espacios compartidos, como cocinas grandes, salas de reuniones, talleres o patios, funcionan como complemento, no como sustituto de la privacidad. Son opcionales, diseñados para fortalecer la comunidad sin invadir la vida privada.

El cohousing no solo cuida lo social, también integra tecnología y sostenibilidad avanzada. Los edificios pueden incluir:

-Sistemas geotérmicos para climatización eficiente y control de temperatura durante todo el año.
-Autoconsumo energético mediante placas solares y gestión de energía en cada vivienda o nodo comunitario.
-Gestión hídrica inteligente, con recogida de agua de lluvia, reciclaje y optimización del consumo.
-Materiales sostenibles y duraderos, para minimizar mantenimiento y costes a largo plazo.

Estos elementos transforman el cohousing en un modelo preparado para el futuro, donde la eficiencia energética, la autonomía van de la mano con la vida comunitaria.

Es importante subrayar algo: esto no tiene nada que ver con la idea de “ciudades de 15 minutos”. No hablamos de limitar la movilidad ni de compactar la vida urbana según un esquema rígido. El cohousing respeta la libertad de desplazamiento y la autonomía individual, mientras construye vínculos de comunidad y apoyo mutuo.

Además, el cohousing puede contrarrestar los efectos del urbanismo reactivo y defensivo, que actualmente prioriza la retención de espacios y el control sobre la comodidad de la ciudadanía. Mientras las ciudades tradicionales buscan que la gente no se quede ni se relaje en espacios públicos, el cohousing propone un urbanismo regenerativo, donde las personas se sienten seguras, reconocidas y protagonistas de su entorno.

Con la llegada de drones mensajeros para el 2027, movilidad utilitaria y servicios automatizados, el escenario urbano cambiará profundamente en los próximos años. Contar con comunidades de cohousing preparadas para integrar estas tecnologías y sistemas sostenibles facilitará la vida cotidiana y reducirá la dependencia de estructuras impersonales, burocráticas o especulativas.

Todo esto genial, pero…:

¿Cómo podemos equilibrar la autonomía personal con la colaboración comunitaria?
¿Qué impacto tendría en nuestra calidad de vida vivir rodeados de vecinos con intereses comunes y apoyo mutuo?
¿Cómo transformar las ciudades para que combinen intimidad, sostenibilidad tecnológica y eficiencia en el uso de recursos?

El cohousing no es solo un modelo habitacional, es una forma de reconstruir la ciudad desde lo humano y ergonómico: protege la intimidad, fomenta la colaboración, integra energía, agua y materiales eficientes, y nos prepara para un futuro urbano más justo, eficiente y conectado. No hablamos de “ciudades de 15 minutos”, sino de un urbanismo que respeta la vida privada mientras fortalece la vida colectiva. ¿no es ideal?